Écija – El Portal Temático Cultural

Junio 2016
Ramón Freire Gálvez

Ramón Freire

Dentro de las publicaciones que he realizado hasta el día de hoy, relativas al ecijano Juan N. Díaz Custodio, aparecía la participación que tuvo, por sus conocimientos de electricidad, en la exhibición aérea que en los días 23 y 24 de Septiembre de 1912, feria de San Mateo, se celebraría en el Cercado de la Misericordia (hoy dependencias del Depósito de Recría y Doma).

Se anunció la exhibición a toda la ciudad, dentro del programa de festejos a celebrar con motivo de dicha feria septembrina y para ello recogemos el propio cartel de la feria, obra del pintor ecijano Manuel Salamanca y el programa anunciador editado por el Ayuntamiento de Écija.

Igualmente dicho acontecimiento apareció publicado en La Opinión Astigitana de dicha fecha que decía así:

El anuncio decía: Fiesta de la Aviación. Por el piloto M. Henri Tissier, en el cercado de la Misericordia, a las cuatro de la tarde los días 23 y 24 de septiembre, por el intrépido aviador, el cual efectuará magníficos vuelos de altura, duración y distancia con el monoplano Bleriot, con motor Gnome de 50 HP. Entradas preferencia con silla 1 peseta. Entrada respectivamente en cada vuelo. Y la crónica del vuelo se escribió: Sobrevoló la población a más de 1.000 metros de altura, lo que provocó el entusiasmo, la satisfacción y el aplauso.

Ya a la tarde, con arreglo al contrato convenido, se verificó en el campo de aviación preparado al efecto, ejercitándose vuelos de altura, de latitud y de duración. Alcanzó más de 1.200 metros sobre la población, se alejó más de 12 kilómetros haciendo un círculo al contorno de la ciudad y maniobró certera y valientemente, volando a baja altura (80-100 metros) por entre las muchas torres de nuestro pueblo, invirtiendo 16, 19 y 23 minutos de tiempo por los aires en sus numerosos éxitos. El espectáculo no pudo ser más hermoso, el entusiasmo y la satisfacción era unánime en toda Écija. El campo de aviación estaba ocupado por gran número de personas, los alrededores y alturas que circundan la población se hallaban ocupados por millares de espectadores y en azoteas, campanarios y torres se veían sacerdotes, monjas y otras personas que no habían querido salir fuera de la población para ver la espectacular práctica de un invento creado por la ciencia.

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