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LOS PIROPOS DE MIS 8-M por Francisco J. Fernández-Pro

LOS PIROPOS DE MIS 8-M por Francisco J. Fernández-Pro
marzo 07
21:38 2023

Confieso que hace muchos años -cuando estaba en la política activa- me enfrenté a la “Ley Cremallera” que se pretendía imponer entonces y que ahora se anuncia a bombo y platillo. Como humanista, trabajaba en favor de la dignidad de los seres humanos y, tras muchos años, estábamos consiguiendo -entre todos- que la mujer casi abandonara su rol dependiente para convertirse en lo que debió ser siempre: persona y ciudadana con los mismos derechos y obligaciones de todo ser humano.

Pero, como siempre, hubo ciertas minorías acomplejadas que enarbolaban la confrontación, el agravio comparativo y no sé qué pajolera venganza contra el heteropatriarcado machista. Esas mismas minorías -empoderadas hoy- que nunca cejan en el empeño de crear un clima de enfrentamiento absurdo e innecesario, pero imprescindible para que sus líderes y su ideología extrema y sectaria, puedan acceder a los recursos públicos.

Por desgracia, los triunfos parciales de estos movimientos provocaron, no sólo la victoria de sus fobias sino -con ello- el ascenso de la mediocridad que prevalece entre sus filas. Gente cortita, intelectual y académicamente, han venido a redactar leyes como si fueran jeringos. La más clamorosa, la del “sí es sí”; pero a ella se unen otras como la del aborto a gogó o la llamada Ley “Trans”, sin contar con sus continuas injerencias en los medios de comunicación, la R.A.E., la Educación, el Trabajo o la Economía. Gente capaz de confundir el género con el sexo, el hembrismo con el feminismo, los derechos con los privilegios… Pero yo no me conformo ni me rindo.

Creo en el ser humano sobre todas las cosas y creo que las Leyes deben ser iguales para todos, independientemente del sexo, la condición o la fe de cada cual. No concibo las leyes que favorecen a unos ciudadanos sobre otros o propician diferencias en el trato o las oportunidades. Por eso, llegado cada 8 de marzo, salgo a la palestra y, como Humanista, reivindico con mis letras la igualdad de todos los seres humanos ante la Justicia y ante la Sociedad. Creo firmemente que hombres y mujeres tenemos el deber de luchar -con las armas que poseemos- por la dignidad de todos.

Hace cinco años, por ejemplo, algunos iluminados sentenciaron que los piropos eran actos de “violencia verbal” contra las mujeres y, por tanto, debían ser prohibidos conforme a la Ley de “Violencia de Género”. Casi una anécdota, pero esperpéntica.

“Mujer -escribí aquel 8-M- fue la que me cuidaba cuando niño, me preparaba la ropa para el colegio, me sacaba los domingos y me dormía con voz dulce al son de una canción que se llamaba “Amapola”. Mujer es mi mejor Amiga, la madre de mis hijos, la que después de tantos años a mi lado cuidando enfermos, se levanta antes que nadie –a pesar de sus dolores y de mis regañinas- para preparar el desayuno o tender la ropa que dejó en la lavadora; esa heroína –mi única droga- que veo tirar del carro todos los días y, encima, se pone guapa para salir a la calle de mi brazo. Mujeres son mis cuatro hijas, que se baten el cuero con uñas y dientes –cada una en lo suyo-, construyéndose un futuro, porque una vez les dije que había que labrárselo y aprender a valerse por uno mismo, aunque sólo fuera para no tener que depender nunca de ningún hombre. Mujeres son las amigas que admiro, que comparten a mi lado sus horas, sus ilusiones, sus versos, sus escritos o sus problemas y, encima, me regalan su sonrisa como premio. Mujeres son las que nos alegran la Vida cuando la vida se nos pone cuesta abajo (por no decir cuando se nos empina, no vaya a ser que cualquiera de esos cretinos de neuronas podridas que viven del cuento del género, piense que estoy rayando la obscenidad). Mujeres son las que nos enseñan a luchar, las que nos hacen poner los ojos en la tierra y en lo que en ella vive, las que son capaces de ponernos alas para saltar distancias inverosímiles y vencer ausencias inexplicables.

“Mujeres -finalizaba el texto- son las que nos parieron y nos amamantaron, las que nos guardaron y nos enseñaron cómo se ama sin esperanza y cómo se vive toda la esperanza del alma. Mujeres son las que nos aguantan cuando caemos, las que nos sanan con una mirada o nos arrebatan con un beso. Las que nos enseñan la prudencia, la constancia y la dulzura de los reencuentros. Mujeres son las que saben materializar lo divino de ese poquito que los hombres tenemos de ángeles… y ¿pretende alguien que yo –por no parecer machista- ahora, tan cerquita de la Primavera, no salude con un “olé” a la mujer que se me aparezca paseando garbosa por nuestras calles y alegrando las horas con el ritmo acompasado de esos taconeos bien ejecutados que, con tanta sabiduría y elegancia, saben las andaluzas, entremezclar con el aroma limpio de los azahares?… ¿Qué me calle sintiendo todo esto?… ¡Por Dios!… ¡que le den a tanto borrico sectario!

 

 

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