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LA RUBIA por Francisco J. Fernández-Pro

LA RUBIA por Francisco J. Fernández-Pro
junio 07
00:59 2016
Fco. Fernández-Pro

Fco. Fernández-Pro

En este primer lunes de junio, mi querida Amiga Salomé Torres me ha conmovido. Salomé, la benjamina de mi Hermano Curro, ha colgado en su Facebook una magnífica fotografía de su madre, “La Rubia”, y ha escrito:

“Han pasado ocho años desde que te fuistes,,,, recuerdo que le dije a mi hija que te habias ido al cielo a viajar por las estrellas…..que le podia decir a una niña que cumplia ese mismo dia 5 años…..no hay dia que no repita tu nombre, MAMA, como quien llama a dios pidiendole su mano…”(sic.)

Gracias a Salomé, he recordado a mi Hermano y a mi Amiga, he pensado en ellos y me he conmovido hasta el punto de regresar a mis antiguas letras e intentar, con ellas, brindarle también mi pequeño homenaje a esa mujer increíble que conocí y que siempre estaba tras Curro, para que Curro pudiera ser el gran Hombre que fue.

Querida Salomé, estas letras las escribí hace ocho años como Teselas para un Mosaico y ahora las recuerdo con la emoción que sentí entonces y que tú has rescatado hoy desde el latido…

“Mi hermano Curro, como buen patriarca gitano, era machista; pero un verdadero machista de los que, por principios, cuidaban y atendían a las mujeres y se enfrentaban con cualquier hijoputa que les ponía la mano encima; porque él -que siempre había adorado a su madre y casi limitaba los roles de la mujer a la maternidad y al matrimonio- siempre aseveraba que a la mujer había que respetarla “… aunque sólo sea porque nuestras madres lo han zío…”.

La mujer de Curro se llamaba María del Valle, pero todos la conocían por “La Rubia” y él siempre presumía de que había sido la más imponente de entre las gitanas y eso, para mi amigo –que creía firmemente en la superioridad de la raza calé en el Arte y la estética- era el no va más…

- Las gitanas es que tienen zangre… – me informaba entusiasmado.

Yo, que conocía sus debilidades, le preguntaba con fingida indignación:

-         Y mi madre, ¿qué tiene?, ¿horchata?

Entonces, me miraba con sus ojillos penetrantes y entrecerrados por el humo del farias, tratando de adivinar algún atisbo de ironía en mi pregunta y, ante la duda, rectificaba excepcionalmente:

- ¡Coño Curro!, ez que tu madre… ¡ez tu madre!

Más realista y nada xenófoba, la Rubia solía suspirar y mover la cabeza de un lado a otro, con resignación, cada vez que escuchaba a su marido desarrollar uno de sus dogmas. Eran muchos los años excusando a aquel hombre orgulloso de su raza y su Cultura hasta la imprudencia pero, paradójicamente, necesitado -como ningún otro gitano- de la que podía hallar y compartir con los payos. Por eso ella, con su elegancia natural, andaba al quite en el burladero haciendo de mujer gitana, siempre fiel y desapercibida.

Parió y crió a seis hijos, llevó y soportó casa y corral, machismo y patriarcado; y, entre tanto contraste de mundos y culturas, sólo tuvo dos amores en su vida: la familia y su Cristo de la Sangre.

A veces le serví de apoyo cuando quería de su marido alguna licencia para sus hijos:

Dízelo tú, Curro!… ¡que es un cabezón y a ti te escucha!

… y, entonces, yo le hablaba a mi hermano de los nuevos tiempos, de la necesidad de evolucionar y abrir la mano para darle a los hijos lo que los demás jóvenes ya tenían. A veces, lo conseguía, pero siempre sospeché que mi tocayo me utilizaba porque necesitaba una excusa para ser de otra forma, para dejar de mostrarse, de vez en cuando, como el inamovible patriarca gitano –férreamente conservador- y poder liberar, de alguna forma, al hombre comprensivo que llevaba dentro… y La Rubia lo sabía.

El mismo día que mi hermano murió, ella empezó a morirse sin remedio. A los dos se los llevó una cosa mala: a Curro hace diez años y a ella ayer, cuando aún no había amanecido. Los gitanos no dicen cáncer: hay cosas que son tabú, cosas que no quieren nombrarse, quizá para fingir que no existen, aunque sean irremediablemente ciertas.

A Curro el cáncer le arrebató la Palabra dócil, el duende a flor de piel, el ingenio vivo, la sabiduría ancestral y el orgullo de su Identidad radical; a La Rubia –la gitana más imponente de todas- la forma tan particular de vivir sus realidades, la cotidianeidad anacrónica de una parte de esta Andalucía que va disolviéndose, como un azucarillo, en la razón justa de la Igualdad tan necesaria.

Mi hermano Curro y mi amiga La Rubia, ya están juntos como antes, en ese Universo infinito donde los Camborios sueñan sus noches de capricornio.

Ellos eran de un mundo que ya no es apenas y ahora se han quedado en mi retina -ya para siempre-, como una visión mágica de luces y de sombras que, poco a poco, se difuminan (gracias al cielo) sobre este Genil de las estrellas.”

 

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2 Comentarios

  1. María de López
    María de López junio 07, 19:25

    Maestro, le hubieran gustado como flor en su pelo,sus teselas a la Rubia. La conocí como gran mujer y gran gitana. El mismo cariño que me profesó le profesé. Cierto… parece que se marchó ayer.
    Salud

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  2. Paco Fernández-Pro
    Paco Fernández-Pro junio 12, 11:20

    Venerada, doña María, bien cierto es lo que escribe: La Rubia era una gran mujer y una gran gran gitana… Se hacía querer por su trato y se hacía respetar por su prudencia.
    Sin duda, Currro Torres nunca hubiera sido el mismo, sin ella a su lado.Fue una gran mujer para un gran hombre…
    Beso su mano.

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