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EL PUEBLO Y LA DEMOCRACIA DE LAS URNAS (… Y III) DE LOS GENES “JODÍOS” Y LOS ALELOS SORDOS por Francisco J. Fernández-Pro

EL PUEBLO Y LA DEMOCRACIA DE LAS URNAS (… Y III) DE LOS GENES “JODÍOS” Y LOS ALELOS SORDOS por Francisco J. Fernández-Pro
mayo 30
09:37 2015
Fco. Fernández-Pro

Fco. Fernández-Pro

Creo que el problema es cosa de genes. Más concretamente, de unas cositas pequeñitas que tienen los genes, que se llaman alelos. Por lo que se ve, los alelos dominantes en los ciudadanos mediterráneos son así de curiosos. Por ejemplo, los ecijanos tenemos uno que es el del orgullo por lo tonto. Este alelo provoca que nos enorgullezcamos por el dudoso privilegio de freírnos en verano con las temperaturas más altas de Europa, antes que por habitar una de las ciudades más importantes del antiguo Imperio de Roma.

En España también poseemos –como dominante- el alelo cainita y, por eso, personajes como Bernardo de Gálvez y Madrid, Blas de Lezo y Olavarrieta, Ángel Sanz-Briz o el Doctor Trueta (por traer a colación distintas épocas y oficios), apenas son conocidos por los españoles, cuando otros países les alzaron monumentos y hasta los elevaron a la categoría de héroes.

En lo que se refiere a Écija, juntamos los dos alelos y ocurre que, aunque nadie nos enseñó a admirar a Garcí Sánchez de Badajoz o a Xerónimo de Aguilar, sin embargo, desde niños, nos hicieron sentir un íntimo orgullo por Siete Bandoleros que eran como Cáritas pero a trabucazo limpio (cuando, en realidad, se trataba de una partida de ladrones y asesinos de no te menees);… y es que, en verdad, la Ignorancia es el Reino del Mundo al revés.

Pues bien, desde hace un tiempo, pienso que son estos alelos los que andan jodiéndonos la Democracia y me reafirmé en esta hipótesis cuando, a raíz de las últimas Elecciones, un amigo me señaló que, desgraciadamente, este Sistema Democrático –tal y como la tenemos organizado-, sólo sirve como motor de progreso social y económico en los países anglosajones y luteranos, ya que en los nuestros (en los mediterráneos) se corrompe y manipula con suma facilidad. El problema podría estribar –me apunta, sabiamente, mi amigo Santiago- en la propia tradición: mientras que en aquellos países, prevalece la Cultura del esfuerzo, el valor del trabajo bien hecho y la solidaridad; en los de raíces católicas -herederas del boato papal del Renacimiento-, lo que más valoramos es el éxito, la riqueza y el poder; y este orden de prioridades, nos induce a contemplar con cierto desprecio al currante de a pie y considerar, hasta con inmerecida admiración, a los que –con tan poca vergüenza- han sabido montársela con la (anti)cultura del Pelotazo.

Creo que sólo así y, además, añadiéndole el fenómeno del clientelismo político (practicado y heredado, también, desde la antigua Roma), se puede explicar la permisividad que los votos de los andaluces mantienen con la corrupción tan descarada que padecemos. Lo dicho: pura genética.

Más, por otro lado, como las prioridades de cada cual las determinan sus necesidades y sus conocimientos, todo se limita a una cuestión de posibles y a otra de Educación; y, estando ambas entrelazadas, me temo que seguiremos condenados a nuestra miseria, mientras no sepamos –mientras no nos enseñen- a separar el grano de la paja. Quizá, por eso, el interés que algunos tienen por mantener en el letargo de la ignorancia a la mayoría del Pueblo.

Sin embargo, algo cambió este último domingo: la gente ha votado distinto, quizá porque ya son demasiados los que están hartos de chanchullos y mercadeos. Los ciudadanos han hablado y, aunque muchos pudieron hacerlo dando palos de ciego -porque lo hicieron con ese déficit de formación e información al que se les ha condenado-, está claro que hablaron de otra forma: han votado -desde la hartura- el deseo mayoritario de un cambio político necesario, tanto en las formas, como en el fondo.

Ahora es el político el que tiene la pelota en su tejado; aunque me temo mucho que el alelo dominante de nuestros políticos sea el de la sordera… y, si no, que se lo pregunten a Rajoy al que, a las primeras de cambio, le han tenido que apretar las clavijas sus propios barones; o a Pedro Sánchez que, nada más realizado el escrutinio y vislumbrado el panorama, a la llamada del poder, anda ya peinándole la coleta a Pablo Iglesias.

Hay genes para los que no existen ni escrúpulos ni vergüenzas y, cuando ellos susurran, ya pueden gritar las urnas o desgañitarse las razones.

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