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EL MARCHATRÁS por Francisco J. Fernández-Pro

EL MARCHATRÁS por Francisco J. Fernández-Pro
marzo 05
11:01 2015
Fco. Fernández-Pro

Fco. Fernández-Pro

Soy un despistado, o peor: un enorme despistado. Sé que no hay nada más desagradable, ni más frustrante, que saludar a un despistado que pasea por la calle; pero mi despiste es algo inevitable y, por su culpa, muchas veces quedo fatal con gente a la que aprecio y a cuyo saludo no respondí por hallarme entre las musarañas o las nubes. Pero es que, cuando voy por la calle, me gusta ir pensando (supongo yo que para no perder el tiempo contando pasos).

Para mí, el ejercicio de pensar mientras paseo es importante; y no es que piense en nada concreto, todo lo contrario: la mayoría de las veces lo que hago es divagar sobre cualquier asunto con el que me topo.

El otro día, por ejemplo, cuando iba hacia El Bisturí, donde había quedado con mi amigo Juan Méndez Varo para tratar del prólogo de su próximo libro sobre El Salón, me encontré, frente a frente, con ese extraño personaje del que no sé su nombre y al que la gente –porque siempre va caminando de espaldas- le llama El Marchatrás.

Conozco un montón de versiones sobre el por qué de su manía: unos me dijeron que se trata del síntoma de una regresión infantil diagnosticada; otros, que es la consecuencia de una desilusión de no sé cuándo que lo dejó loco; algunos aseguran que la cosa viene de cuando era militar y bebía como un cosaco; hasta un día divagué con Marcelino, sobre una hipótesis singular: El Marchatrás anda así, simplemente porque no quiere llegar. La verdad, es que a veces pienso que sería gracioso que sólo lo hiciera por dar porculo a los que se burlan de él.

El caso es que, viéndolo aparecer, comencé a reflexionar, no en los porqués que la gente presume, sino en los impulsos que provocan en un ser humano sus reacciones irracionales, en las causas que pueden llevar al espíritu de un hombre a reaccionar contra su propia naturaleza.

Reflexiones éstas que, inmediatamente, me llevaron a considerar que podíamos estar equivocados: quizá andar para atrás no era tan irracional (o, al menos, la lógica nos dicta que, para El Marchatrás, lo irracional es andar hacia adelante)

La cadena de divagaciones continuó en esta línea:

Si nuestra conciencia y la razón, nos inducen a la consecución de la felicidad, el acto irracional sería el que realizamos, voluntariamente y nos aleja de esa felicidad…pero ¿no nos conduce a la felicidad, hacer lo que deseamos hacer?… Entonces, deberíamos concluir que no es irracional el hombre que -ignorando el comportamiento común-, camina como le da la gana. Es más, posiblemente deberíamos considerar que ésta es una actitud mucho más admirable y menos irracional que la contraria: la de los actos que realizamos todos los días sólo por ceder a los prejuicios de los otros y que nos alejan, poco a poco, de la felicidad que deseamos; la de todos esos actos que la desvirtúan y que sólo realizamos por el qué dirán; y la de todos esos otros que originan nuestros grados de carencia (porque soy de los que piensan que, una vez cubierta nuestras necesidades reales, la carencia –y con ella, la infelicidad que genera- sólo existe desde la conciencia de lo superfluo que deseamos… y, por tanto, una gran porción de nuestra felicidad depende de nuestra capacidad para ignorar lo innecesario y conformarnos con lo que poseemos realmente)

No sé a cuanta gente dejé de saludar mientras cavilaba todo esto, pero seguro que a un montón; y, aunque los que me conocen, sabrán perdonarme porque saben bien mi proverbial despiste, seguro que habrá quien la próxima vez me negará el saludo, pensando que soy un ineducado o temeroso de no ser correspondido. Aunque lo peor es que, para otros, a partir de hoy pasaré a ser “un imbécil creído y orgulloso, que se cree no sé quién”

Y yo lo siento de verdad, pero si me encuentro con alguien como El Marchatrás, no puedo dejar de pensarlo.

Menos mal que, a veces, también cuando reflexiono sobre estos seres admirables -a los que algunos llaman tontos del pueblo-, puedo consolarme con la relampagueante visita de alguna musa despistada que, entre pensamiento y pensamiento, se llega para dictarme cualquier frase ingeniosa o entretenida… como ha hecho ahora mismo:

Hace mucho tiempo había un Hombre feliz. Llegaron las cosas… y ya no fue.”

(variaciones sobre “TESELAS PARA UN MOSAICO”, 2009)

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2 Comentarios

  1. Luis Candelas
    Luis Candelas marzo 05, 13:21

    El pensamiento racional es rectilíneo, con un antes y un después claro; al contrario del emocional que es circular, donde todo vuelve a ser de modo que no se sabe si la primavera está antes del otoño o viceversa, según como uno lo sienta. Pero como los dos pensamientos los tenemos a la vez podríamos decir que vivimos en espiral. Los años son distintos, pero las estaciones son las mismas. Por eso se suele decir que la historia se repite a pesar de que los hechos son siempre distintos. Mi visión de la historia, como saben quienes me conocen, parte de la idea de que las sociedades avanzan retrocediendo, en espiral (donde la recta y el círculo se suman). Visto así, a Marchatrás, con su apuesta decidida por una libertad incomprensible para los demás, en realidad podemos considerarlo un símbolo de toda nuestra vida como colectividad. Es la sublime razón del loco.

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    • Paco Fernándz-Pro
      Paco Fernándz-Pro marzo 05, 13:27

      Querido Amigo y Maestro, gracias por estas aportaciones tuyas -tan reflexivas, tan sabias, tan aleccionadoras- que, sin duda, llenan de contenido y revalorizan en muchísimo, las pequeñas anécdotas que se me ocurren.
      Un abrazo

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