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BÁRCENAS Y LOS ERE por Francisco J. Fernández-Pro

BÁRCENAS Y LOS ERE por Francisco J. Fernández-Pro
agosto 12
20:00 2013

¡¡Qué lejos está Madrid!!… ¡¡qué pena!!

Me resulta increíble lo que está pasando con esto de la corrupción. La corrupción sólo se arregla con la cárcel; pero también debería haber un castigo para esa desvergüenza de los políticos a la hora de afrontarla.

Dos casos de corrupción política hay en el candelero, uno en Madrid y otro en Andalucía. Dos casos muy distintos en su génesis y su gravedad; y que están siendo tratados por raseros tan dispares que, haciendo un mínimo análisis objetivo, podemos calificarlo de esperpento ibérico.

En Madrid el protagonista es Bárcenas, extesorero del Partido Popular. Aquí, en Andalucía, más de cien imputados, muchos de ellos altos cargos y excargos de la Junta de Andalucía y del PSOE.

Allí el problema, económicamente, se eleva a un montante de algo menos de cincuenta millones de euros, parte de los cuales podrían provenir de empresarios aún por determinar. Aquí, en Andalucía, la cuantía del estrago puede llegar a alcanzar los dos mil millones de euros, provenientes todos ellos de programas y ayudas que debieron llegar a trabajadores y parados andaluces.

En Madrid, el único imputado es Bárcenas, aunque también están en entredicho y pendientes de investigación y resolución judicial, algunos miembros del PP (hasta el momento, lo único realmente demostrado fueron las ayudas que algunos de ellos recibieron de su partido, para afrontar los gastos ocasionados en sus economías familiares por distintos atentados terroristas). En Andalucía, sin embargo, ya están imputados judicialmente miembros del Gobierno Andaluz, del PSOE, de IU,  de la UGT, de CCOO, alcaldes y concejales de un montón de pueblos, y hasta los hijos de Ruiz Mateo (habiendo quedado demostrado que algunos de ellos se gastaron millones de euros en juergas, drogas y putas)

¿Y cuál ha sido la respuesta?…

En Madrid, la derecha anda acojonada por si sale algún papel que, verdaderamente, implique a sus dirigentes con los manejos de Bárcenas y, mientras, la izquierda berrea, reivindicando la ética y pidiendo dimisiones, comparecencias y amenazando con una moción de censura. En Andalucía, sin embargo, es la derecha la que anda indignada, mientras toda la izquierda mira para otro lado, tratando de aparentar que sigue siendo la portadora de unos valores -que se les quedaron pegados a los sillones- y defensora de los mismos trabajadores y parados, a los que han estado robando durante años.

En Madrid, ante las acusaciones planteadas por la prensa y la oposición (que no por los jueces), el mismo presidente del Gobierno ha comparecido ya ante los españoles para explicarse. Aquí, en Andalucía, donde son los jueces -y no la prensa- quienes han determinado una corrupción antigua, organizada y sistemática, habiendo puesto nombres y apellidos a esa corrupción (algunos de ellos en cargos muy relevantes de partidos políticos, administraciones públicas y organismos internacionales), no comparece nadie, ni nadie dice nada, ni nadie se da por enterado; y mientras el PP pide responsabilidades, el PSOE se atrinchera, los de IU se apoltronan como pueden en sus sillones prestados y se atan el cinturón de seguridad con doble vuelta (por si las moscas…)  y UGT y CCOO se enganchan a cualquier asunto que suene a tasa de desempleo o reforma laboral, para despistarse del asunto y, de paso, despistar a los trabajadores.

Es mayoría la gente visceral que siempre disculpa lo propio y ataca lo ajeno, pero dos más dos son cuatro por mucho que nos empeñemos, y si alguien dice que son cinco, o es que no sabe contar o es que le pesa más el buche que la lógica… y esto que nos pasa en Andalucía sólo se arregla con la lógica y con la buena fe.

Uno de los mejores toreros de nuestra historia, el Guerra, fue a Madrid a torear una corrida en los tiempos aquellos de carros y tranvías. El viaje fue malísimo. Al día siguiente tenían que volverse. Uno de la cuadrilla, pensando en el regreso, le dijo medio angustiado: “¡Ojú, maeztro! y ahora otra vé pa Zevilla… ¡¡con lo lejo que eztá Zevilla!!”. El Guerra le respondió de sopetón: “Manué, Zevilla eztá aonde tiene que eztá… ¡¡lo que eztá lejo es Madrí!!”

Pues eso digo yo ahora, maestro, eso mismo: ¡qué lejos está Madrid! (… y ¡qué pena!)

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