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LAS TERESAS por Diego Lamoneda

LAS TERESAS por Diego Lamoneda
abril 07
09:12 2015
Diego Lamoneda

Diego Lamoneda

Comienzo esta reflexión reconociendo el respeto que me merecen las personas que han expuesto a la opinión pública lo que ellos consideran un expolio del patrimonio ecijano. Incluso con alguno de ellos comparto una entrañable amistad. La otra cuestión preliminar es que hago público este razonamiento porque la reivindicación que se pretende no tiene sentido alguno. Para demostrarlo traigo aquí, lo que creo es la sustancia de este asunto, dejando a un lado otras cuestiones que, humildemente, considero pura banalidad.

Las Teresas son las monjas, no el Palacio de los Condes de Palma. Unir el nombre de Las Teresas con cualquier título indeseable, como “expolio” u otro similar, ofende a la justicia y a la razón. Son conceptos incompatibles, discordantes; pero además, tratándose de ellas, la expresión “el expolio de Las Teresas” es indecente. Estoy seguro de que no se quiere decir lo que se dice, pero dicho está, y mal dicho.

Con perdón de nuestros prebostes del patrimonio, a los que debemos mucho; a uno le parece muchísima mayor noticia el que se hayan ido ellas, las monjas, que unos cuadros y unas tallas, por importantes que sean ¿Lo son? Y que además, según me dicen algunos, son cosas suyas y las llevan a Sevilla. El tema me ha parecido insólito, por su simplicidad, y he leído hasta argumentos constitucionales sobre conservación del patrimonio patrio, como si Sevilla estuviera en Patria ajena a esta nuestra. Tampoco son jurídicas las razones que voy a exponer, que tampoco me interesan.

Durante 377 años, centenares de carmelitas descalzas han vivido y muerto en Écija, han formado parte de nuestra sociedad. Para los no creyentes, estas mujeres enclaustradas de por vida, no han aportado nada material a Écija, pero se han ganado el respeto por el sacrificio que supone renunciar a tanto por un ideal. En tiempos de guerra ellas aportaron paz; en tiempos de egoísmos y vanidad, ellas dieron ejemplo de bondad y de humildad, en tiempos de corrupción, ellas están dando ejemplo de honestidad, desinterés, pobreza. Virtudes todas ellas bienvenidas en cualquier cultura o religión.

Para los creyentes, durante 377 años, centenares de carmelitas descalzas -miles, si a ellas se les suman las de otros conventos- con el espíritu de Teresa de Jesús, enclaustradas de por vida para no contaminarse de las miserias de este mundo, ni distraerse un instante en su servicio a Dios, han elevado cada día sus oraciones a Él desde Écija. También sus almas han ido, desde aquí, directamente hacia Dios. Durante casi cuatro siglos, sus claustros y conventos han sido islotes de espiritualidad. Toda su vida la emplearon en pedir por los que estaban fuera,  siempre sin hacerse notar; viviendo su pobreza y hablando con Dios, con nadie más. Apenas unos cantos dulcísimos se oían, de ellas; cantos que aún podemos escuchar.

Para Écija es una noticia histórica su marcha después de tanto tiempo. Una sociedad está vacía si no valora la labor de un colectivo que, cuanto menos ha aportado humildad y paz durante tantos años. Una comunidad cristiana está vacía cuando ignora y olvida a quienes les sirven de comunicación directa con Dios, y dan ejemplo diario de espiritualidad; la auténtica, la que se nutre del alma; no la fingida para obtener protagonismos sociales, enchufes familiares o prebendas de otro tipo. Ellas sirven a Dios y otros se sirven de Dios. Los figurantes han suplantado a las protagonistas, ahora olvidadas. Así nos va. Para los cristianos, la noticia importante, debería ser que unas mujeres muy cerca de la santidad, se van ¿Por qué no son noticia ellas? La respuesta no puede ser otra: Porque nosotros no somos lo que decimos ser.

Se van en silencio, como han vivido. Nuestra sociedad materialista parece no necesitarlas cuando, seguramente, las necesite más que nunca. Si Écija no quiere honrarlas como merecen, al menos dejémosles marchar en paz. Ellas salen en silencio; lo hacen por la parte de atrás. Y no para esconder unas riquezas a las que renunciaron siempre, sino por humildad.

No hace mucho se fueron las monjas marroquíes, después de varios siglos en Écija. La noticia fue la fórmula de unos bizcochos que hacían, y la indignación de que se la iban a llevar. Seguramente ellas, en su bondad, ni siquiera han reparado en la justicia que se les hace aquí a tantos siglos de oraciones, sacrificios y renuncias. Seguramente ellas también piensen que no son nada, ni valen nada. Son las cosas de la humildad. Atrás quedaron las Filipensas  y su inmensa aportación social; se fueron también igual.

Si Écija no quiere devolver a Las Teresas ni una pizca del inmenso cariño que ellas nos han entregado, al menos se merecen el respeto de cualquiera que no haya hecho daño alguno. Y que a su nombre, el de Las Teresas, no se le acerque ningún otro que no refiera humildad, pobreza, bondad. El patrimonio que han dejado no puede inventariarse, ni incluirse en planes inversores, ni en un programa electoral; porque es un patrimonio moral. Nos lo dejan ellas y ni siquiera lo vemos. Porque el saqueo lo hemos hecho nosotros mismos, el expolio de la espiritualidad.

PD. A Dios gracias aún tenemos a diez monjitas Florentinas, y alguna menos en Santa Inés. Y las Hermanas de la Cruz. Un lujazo que quizás no nos merezcamos.

Écija, 7 Abril 2015
Diego Lamoneda Díaz

 

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3 Comentarios

  1. Paco FernándezPro
    Paco FernándezPro abril 07, 20:27

    Querido Hermano y contertulio, bienvenido a estas letras trashumantes de los foros y los bytes… No sabes lo que me alegro que te hayas decidido.
    Gracias por aportarnos tu criterio (siempre tan humanista y sensato), tu experiencia en el mundo de la gestión pública y la relación con las Instituciones y, sobre todo, la agilidad de esa pluma tuya, quizá tardía, pero de una brillantez impresionante… y, desde luego, gracias por ofrecernos este otro prisma -esta otra visión- de un problema que, por desgracia, me temo que tiene mucho que hilar todavía.
    Un abrazo grande desde la mayor admiración.

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  2. JUBILADO
    JUBILADO abril 10, 22:06

    Sr. Lamoneda; he leído con sumo interés su articulo sobre lo que creí su versión u opinión del supuesto expolio de una parte del patrimonio artístico de nuestra ciudad, pero veo que tiene mas bien poco que ver con el asunto. Usted lo que hace es una encendida defensa de las monjas que durante mucho tiempo habitaron el palacio de los condes de Palma, que como usted bien sabe es monumento nacional, restaurado y mantenido por los presupuestos generales del Estado, pero inmatriculado a nombre de la Iglesia española.
    La encendida defensa que hace usted de estas monjas (como si ellas necesitaran ser defendidas) en mi modesta opinión es en primer lugar innecesaria, y en segundo lugar inconveniente, porque algunos de sus argumentos mueven a la reflexión. Vaya por delante mi respeto hacia unas mujeres que voluntariamente han decidido aislarse del mundo para dedicar su vida a la adoración a Dios y sus divinidades, viviendo asepticamente respecto a la sociedad, y de paso labrarse méritos mas que suficientes para la vida eterna. Pero ese aislamiento tambien les impide aportar tantas virtudes como usted les atribuye, que no dudo que posean, y que por premura de espacio no voy a desgranar.
    La denuncia, de lo que por otras personas, respetabilisimas para mi, y que usted considera considera

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  3. JUBILADO
    JUBILADO abril 10, 22:18

    CONTINUACION AL ANTERIOR.
    una banalidad, a mi juicio en absoluto lo es, sino que responde a una razonable inquietud, que ojalá compartan las autoridades en la materia, para dilucidar si en realidad estamos ante lo que en principio se denuncia como un expolio de bienes, o ante una legitima operación. Nada hay de extraño, perverso o malintencionado en promover una investigación sobre ello ¿ Hay quien debe temer por esta iniciativa?
    Por ultimo, Sr. Lamoneda decirle que el tratamiento de “monjitas” que usted emplea con las Florentinas me suena como si llamáramos “curitas” u “obispitos” a otros representantes del Clero. Aunque todo esto creo que sí es banal. Lo importante es la defensa de nuestro riqísimo pero cada vez mas mermado Patrimonio. Un saludo desde Granada.

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