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FACHAS Y PROGRES por Francisco J. Fernández-Pro

FACHAS Y PROGRES por Francisco J. Fernández-Pro
julio 31
06:51 2019
Fco. Fernández-Pro

Fco. Fernández-Pro

Llegadas las vacaciones, hago un alto en el camino, para intentar digerir esta vorágine de los últimos meses y ordenar un poco los pensamientos.

Todo, además, para rematar con los bochornosos espectáculos circenses en un Congreso que, más que nunca, le han dado la razón a quien colocó a los leones en su entrada, anunciando lo que dentro se cocía. Sinceramente, más de una vez, me han hecho desear que hubieran estado vivos… y dentro, claro.

Además, necesito este paréntesis porque, después de mi activismo político, me asombra autoanalizarme y reconocerme –según los nuevos parámetros de lo “políticamente correcto”- casi como un fascista de nuevo cuño.

Nuestra clase política ha ido polarizándose y polarizándonos, hasta el punto de dejarnos incluidos o excluidos de una clasificación fraguada, no ya por trayectoria de lucha, pensamientos o ideologías, sino por aficiones, estética, educación e, incluso, atisbo de intenciones.

Pero lo peor está resultando la intolerancia. Antes se podía ser cualquier cosa y estar en desacuerdo con el vecino y no pasaba nada; se podía ser amarillo, rojo, verde, azul, naranja, blanco, negro, gris -en cualquiera de sus tonalidades- y hasta rosa fucsia tirando al azulón. Hoy no. Hoy eso es impensable. Ahora, se es o no se es. No, es no. Sí, es sí. El fascista es facha de por vida y el progresista, progre (aunque, al día siguiente –y según sople el viento y las necesidades-, todo podrá ser lo que era y lo contrario, según convenga a los pedestales y las faltriqueras).., pero lo peor, como hemos dicho, es que este etiquetado no lo determina, realmente, criterios racionales de Igualdad y Justicia o defensa de unos ideales, sino simples aficiones, irremediables inclinaciones o postureos de quitaypón. La lista de ejemplos podría resultar interminable:

Ser vegetariano o vegano, es de progresista avanzado. El jamón, las parrilladas y los solomillos, de facha (y, si es el rabo de toro o las manitas, ni te cuento).

Usar pegatinas, pulseritas o marcas, con una banderita de España, facha de libro; decantarse por la enseña cubana o la estelada independentista, progre a marcha martillo.

Defender el principio de mérito académico en los centros escolares, es de facha irremediable; pero optar por los aprobados generales, las evaluaciones sin evaluaciones y los cursos de paso franco, es de progresista cabal.

Defender las cuotas de género en los cuadros directivos de las empresas o las listas electorales, es cosa de progresista intachable; por el contrario, optar por la posibilidad de que cada cual opte o asuma la responsabilidad que debiera corresponderle por su capacidad y no por sus ingles, puede ser indicativo de un fascista irredento.

Defender y creer en la familia tradicional, es de fascista radical; y, lógicamente, oponerse a ellas, como fruto de una Sociedad Patriarcal reaccionaria, es de progre iluminado.

Chapurrear el “Lenguaje no sexista” o abusar de la @, resulta de progresista avanzado; pero defender las normas lingüísticas de la R.A.E., es de fascista literal.

Manifestarse por la unidad del Estado Español, la Monarquía, la Constitución o las fuerzas del Orden Público, es ser un facha provocador; pero hacerlo por los independentistas, la república, los movimientos okupas o los homenajes públicos a terroristas de ETA, es de progresista tolerante.

Defender una Justicia que haga compatible la verdadera igualdad entre los géneros y la presunción de inocencia para todos, resulta que es de fascista machista; pero optar por leyes que, en la práctica, presuponen el privilegio de unos españoles sobre otros, dependiendo de su género, resulta ser cosa de progresista de toda la vida….  y así hasta el infinito y más allá.

He aquí mi dilema: he procurado vivir mi Vida como me enseñaron. Según la educación, la ética y los principios enraizados en una Familia unida y sostenida por los principios Humanistas. Desde pequeño me inculcaron varias cuestiones esenciales:

1º. Hay que tratar a todos los demás como queremos ser tratados.

2º. Hemos de defender a los más débiles, atenderlos y luchar por ellos; pero no para que consigan una limosna, sino para que se les reconozcan unos derechos justos.

3º. Nadie es más que nadie y sólo es mejor que tú, aquél que sabe cumplir mejor que tú con los dos primeros principios. Es decir: quien tiene mayor bondad que tú.

4º. Nunca mires desde arriba, pero tampoco desde abajo,… y no dejes que los demás lo hagan ni lo exijan.

Así aprendí a vivir como un quijote y astillé mi lanza miles de veces en la andadura; y, porque así he procurado mantener estos principios, he luchado por mi gente –mi familia, mis amigos, los ecijanos, los andaluces,…- desde mi concepción Humanista. Porque era andaluz, me he sentido español; y, porque era Hombre, he sentido a todos los hombres iguales (y yo siempre incluyo a todos en el término, porque viviéndolo así, no es necesaria otra reivindicación).

Tengo magníficos amigos homosexuales y soy heterosexual empedernido (por cierto, no me arrepiento en absoluto): me gustan las mujeres, los hombres que saben mirar de frente y aprietan mi mano cuando me la dan, las tertulias con los amigos (a ser posible, con buen vino y buenas viandas, que por eso ando entrado en carnes); y también me gusta el flamenco, el fútbol y los toros… y -para más inri- como buen quijote, siendo andalucista, bético y de Curro, a pesar de los pesares, nunca cambié buscando mejores aires, aunque me tocó disfrutar más bien poquito.

¡Pues bien!… Según parece, ahora, por ser y sentir así, soy un fascista de toda la vida. No lo sé. Lo que sí sé, es que a mi edad ya no me cambio porque -contra lo que decía mi admirado Groucho Marx-, yo no tengo otros principios que ofrecerle a ustedes y, si no les gustan estos, como que me da lo mismo.

 

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