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ÉRASE UNA VEZ UNA BELLA Y ESCUÁLIDA CHICA por Jesús Armesto

ÉRASE UNA VEZ UNA BELLA Y ESCUÁLIDA CHICA por Jesús Armesto
septiembre 11
09:12 2013
“Érase una vez una bonita y escuálida chica. Vivía sola, exceptuando un gato sin nombre”.
Jesús Armesto

Jesús Armesto

Vaya de antemano que la película, cuyo fragmento comparto aquí, no es ni por razones temáticas, ni éticas, ni estructurales, ni de estilo, santo de mi devoción.

Pero OJO, dicho esto, en los próximos 93 segundos que dura el corte, hay algunas joyas que por la emoción que me producen al verlas, me han impulsado dedicarle este post.

En un ambiente de sedación absoluto, conseguido por la ya histórica e inolvidable ‘Moon river’ de Henry Mancini, comienzan a sucederse hitos, pequeños y sutiles acontecimientos, de uno o dos o tres segundos de duración, que me llevan a las mayores cotas de excitación anímica que puedo albergar al ver una obra de arte. Y aunque ustedes están comenzando a pensar que lo realmente destacable de esta secuencia es la música, que más o menos es conocida, o mejor dicho, tremendamente conocida por todos, lo desconcertante y maravilloso se esconde sigiloso, como pequeños brotes verdes a la sombra de un inmenso árbol, siendo al final los auténticos creadores del paisaje emocional que nos recorre al ver esta escena.

El carrusel comienza en la frase escrita a máquina.
Alguien me recomendó, para dolor de mi hígado, las películas de Sherlock Holmes dirigidas por Guy Ritchie. Todos conocemos cientos de películas así, (aunque como en este caso, no destruyan el legado literario interesantísimo de Conan Doyle). Películas en las que los personajes hablan y hablan, y hacen cosas, tantas, tantas que ninguna tiene un valor añadido sobre las otras. Tantas, que los personajes acaban siendo grandes desconocidos, por superficiales. En esta secuencia, sin embargo, en 6 breves segundos en los que la cámara se detiene en lo mecanografiado, el personaje femenino queda caracterizado. “Vivía sola, exceptuando un gato sin nombre”. El gato es ella. Si alguno de los aquí presentes ha visto la película completa, sabrá que ella es la que tiene una crisis existencial, incluso de identidad, como un gato sin nombre. Esta personificación del objeto metafórico, en este caso el gato, reincide en los siguientes segundos, cuando ella, como un gato que maúlla solitario y melancólico en una ventana, hace lo propio cantando sentada en el alféizar.

Soy joven, pero no lo suficiente como para no haberme percatado del daño que han hecho al cine la mayoría de sus críticos. Expertos en la cátedra cinematográfica en la que jamás han ejercido,  han minado siempre cualquier esbozo poético, -como en este caso-, que se haya desarrollado en el cine.  Aquí, como he expuesto sucintamente, nos encontramos ante una interpretación metafórica, desdeñada por nuestros tan narrativos y planos, si se me permite, críticos de cine. ¿No es acaso la metáfora la sangre de la Poesía? ¿Y qué es el Cine, sino un arte sujeto a impulsos poéticos? (Aunque es cierto, desde mi punto de vista personal, que es el movimiento (el drama) el átomo mínimo de esencia del Cine).

Sigo. Los encuadres.
En esta escena estamos ante lo que podríamos llamar como una progresión de encuadres ‘de libro’. En breves segundos la película avanza hacia el Primer Plano (PP) de sus protagonistas. Que el director haga esto a esta altura de la película ofrece una información crucial para saber el desenlace de la misma. De hecho, incluso diría, que en esta secuencia está reflejada toda la película. Como decía, pasamos de unos planos abiertos (generales y americanos) compositivamente sucios (escaleras, sombras, diagonales, obstáculos…) a unos planos limpios y cercanos de cada uno de ellos, en una armonía y simetría final que como digo, anticipa el final de la relación entre ambos.
Tendríamos mucho material que analizar con los ángulos utilizados o la dirección de las sombras (evidentemente puestas adrede; recordemos que está filmado en un estudio, donde las luces y las sombras pueden ser diseñadas y controladas con facilidad), que alguna de ellas hace recordar al uso que hacía Velázquez en algunas de sus pinturas, como por ejemplo en la Fragua de Vulcano.

Sigamos. Aunque solo lo señale, para no hacer esto demasiado engorroso, quisiera subrayar el corte de montaje sobre el eje que resuelven en el segundo 36. Algunos de nuestros ‘expertos’, han tenido a bien calificar este recurso como antiguo. En fin. Da para otro post, pero déjenme decirles, que cada vez que lo veo siento un pellizco en el estómago. Me parece un recurso elegante, honesto, y complicadísimo, que si no es utilizado con la coherencia aplicada por Blake Edwards aquí, estaríamos ante un mero capricho de estilo o modal, que hubiera enviado al traste todo el trabajo.  Muy resumidamente, como todo este post, el montar sobre el eje aquí, le otorga a la escena una continuidad, una ligereza y un mimo, muy coherente con los objetivos que el director persigue, y que he intentado mostraros.

Y… como guinda, Audrey Hepburn sonríe.

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