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EL OKUPA por Francisco J. Fernández-Pro

EL OKUPA por Francisco J. Fernández-Pro
febrero 24
12:08 2021

Hace una semana Pablo Iglesias declaró que, obviamente, “en España no hay plena normalidad democrática”. No sólo eso: lo dijo y lo repitió ante la prensa y en foros nacionales e internacionales, ejerciendo como Vicepresidente del Ejecutivo Nacional, cuando el hombre lo primero que había hecho al tomar posesión de su cargo, había sido comprometerse -literalmente- a “trabajar para que la próxima década en España sea la del constitucionalismo democrático”. Eso lo dijo hace un año cuando todavía las cosas fluían medio bien y España era, claramente, una Democracia Constitucional y resultaba baladí el compromiso de trabajar por implantarla, cuando bastaba con expresar la sana voluntad de mantenerla.

En efecto, antes del advenimiento de Pablo Iglesias, resulta que ya se cumplía el Constitucionalismo Democrático en España: existía una clara división de poderes, se respetaban las Instituciones democráticas y, con ello, a la Corona, los símbolos nacionales, el diálogo interterritorial, a los fiscales y jueces, a las fuerzas de Orden Público,… Además, la libertad de expresión era un derecho inalienable de cualquier ciudadano pero, por aquel entonces, estaba sujeto a la dignidad y los derechos de los demás. Existía la garantía procesal de una defensa justa, pero también se preservaba el imperio de la Ley garantizando las condenas a los delincuentes, la imparcialidad de fiscales y jueces, así como la equidad en la administración del Sistema de Prisiones. Por entonces, se distinguía, perfectamente, entre víctimas y verdugos, “chorizos” y políticos.

Sin embargo, durante los últimos tiempos la cosa ha ido cambiando disimulada, pero inexorablemente. Por eso, ahora, los cafres invaden las calles y atentan contra los bienes públicos y privados, enfrentándose a los representantes de la Ley sin ningún temor a ser detenidos o procesados. Se ha sido tan permisivo con los terroristas, los golpistas, los delincuentes de los CDR, los fascistas antisistema, que parece habérseles concedido patente de corso; y ahora, los cafres que toman las calles y avasallan a todo el que pasa, lo hacen como si les amparara la razón, porque se sienten seguros, poderosos,  impunes en sus tropelías, casi como si fueran superhéroes de nadie sabe qué… y, por si fuera poco, Pablo Iglesias, Echenique y su troupe se encargan, con sus declaraciones, de hacerlos mártires de la utopía y víctimas -según los iluminatis- de un Estado deformado de carácter represivo y bananero, que justificaría la afirmación de que, obviamente, no existe (en él) una plena normalidad democrática. Un Estado -el nuestro- donde, paradójicamente, es el mismo Pablo Iglesias quien actúa como Vicepresidente responsable de esa anormalidad que critica.

Todos sabemos que, antes de que Podemos, ERC, HB y la CUP, tocaran poder, existía en España, con plena normalidad, ese Constitucionalismo Democrático que, sin ser perfecto -como no lo es ningún Sistema Político- nos salvaguardaba a todos, preservando la tranquilidad de nuestras Instituciones y nuestras calles. Pero con esta gente la cosa ha dado un giro inesperado. Está claro que hay a quien le va la bulla, la discordia, el enfrentamiento y no le conviene esa normalidad democrática.

Por eso, en el fondo, Pablo Iglesias tiene razón en lo que dice: carecemos de ella y, de hecho, una de las razones, precisamente, es porque el propio Iglesias -que ostenta la Vicepresidencia responsable de nuestros ancianos-, abandona sus deberes en plena pandemia y, en vez de visitar sus residencias (que yo sepa no ha visitado ni una sola), se dedicó todos estos meses a reunirse en las cárceles y las embajadas con dictadores, terroristas y golpistas, para fraguar líos, chanchullos e intercambio de favores y sillones.

La verdad es que el hombre tiene razón. ¿Cómo vamos a creer que vivimos en una plena normalidad democrática, si él -que nos prometió trabajar por el constitucionalismo democrático- no cree en la Constitución, ni en la Monarquía, ni en la independencia de los jueces, ni en la separación de poderes? ¿Cómo vamos a creer que nuestro Estado es plenamente democrático, cuando en el tercer cargo de máxima responsabilidad de nuestro Gobierno, anda encasquetado un okupa antisistema que, continuamente, cuestiona y mina la autoridad de la Monarquía, presiona a los jueces, anima a los delincuentes, ilusiona a los sectores más extremistas, evita pronunciar el nombre de España y confiesa, públicamente, que se avergüenza de nuestra bandera?

¿Cómo podemos pensar en una normalidad constitucionalista y democrática, mientras haya españoles que sigan sin darse cuenta? Creo que es una desgracia, pero sé que es una realidad. La hemeroteca está ahí para revisarla y comprobarlo. Pablo Iglesias dice lo que piensa y, aún así, hay quien sigue votándolo. Por tanto, si realmente pretendemos una verdadera Democracia y no sólo somos demócratas de boquilla, sólo nos toca esperar a que el tiempo descubra sus manejos o resignarnos y aprender a jodernos con el okupa, esperando que todo esto no sobrepase la Razón de la Justicia.

 

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2 Comentarios

  1. jose
    jose abril 12, 18:54

    Como siempre usted atacando a pablo iglseias, al nazi de abascal no dice nada ni de su casa nada de nada, de todos los peperos que estan en la carcel y de los que estaran tampoco, de lo miserable que a sido el emerito tampoco, de las inmatriculaciones de la iglesia tampoco,de los jueces que estan contraviniendo la constitucion nada de nada,de todas las acusaciones donde pablo iglesias ha salido pues nada , mire pablo ya no es vice, que le parece, tiene algo que decir, de la privatizacion del agua tampu , nada de nada
    coleta , coleta , coleta,
    Salud y republica

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  2. Francisco Fernández-Pro
    Francisco Fernández-Pro abril 24, 10:53

    Señor José, disculpe la demora pero, la verdad, es que hasta hoy no me apercibí de su comentario y, además, gracias a que Juan Palomo, el administrador de Ciberécija, me dio un toque advirtiéndome. Así que mi agradecimiento a él, por su aviso y mis disculpas, a usted, por mi retraso.
    En este tiempo transcurrido desde sus letras, escribí algún artículo que pudiera arrojar luz sobre sus conjeturas. De todas formas, por si no quedó claro y -porque después de tanto tiempo de silencio- se lo debo por respeto-, permítame puntualizarle.lo mejor que pueda lo que, creo, que -después de tantos artículos- ya está más que claro:
    1º. Yo analizo hechos probados de todo lo que ocurre, reflexiono sobre ellos y manifiesto libremente mis conclusiones. A esto se le llama “libertad de expresión” o “crítica en libertad”. Cuando un individuo entra en política -sea del partido que sea- tiene que estar dispuesto a someterse a este derecho que poseemos los ciudadanos en Democracia. Este derecho se ejerce libremente y según cada ciudadano. Nadie debe intentar imponer una opinión distinta ni obligar el abordaje de otras hipótesis: sólo puede limitarse a demostrar, con argumentos y con respeto, la hipótesis opuesta y, por tanto, el posible error cometido.
    2º. Creo que equivoca usted. Repase mis artículos y verá cómo en ellos me refiero también a los “peperos” e, incluso, a los miembros de la Familia Real. Ahora bien, cuando escribo lo intento hacer con proporcionalidad y sobre los asuntos más graves y, desde luego, personalmente (y no tiene nada que ver con que sea de derechas o izquierdas) nunca me merecieron tantas líneas las cremas que robó Cristina Cifuentes en un supermercado de Madrid, que la impresentable conducta de Urdangarín y su princesa o el bandidaje a mogollón del PSOE Andaluz (¡con lo que a mí me duele Andalucía!) a costa de familiares, mariscos, putas y cocaína.
    3º. En cuanto a Pablo Iglesias (pocas veces me habrá leído usted nombrarlo como “el coletas”), creo que es un espécimen tan curioso que merece trato aparte: porque comenzó utilizando la mentira de la demagogia como un malabarista y está acabando por emplearla como un verdadero suicida. Cada vez son menos sus seguidores; lógicamente, porque cada día más gente se da cuenta de sus incoherencias. En Abascal vemos al lobo puro y duro; Pablo Iglesias se nos aparece con piel de cordero. Por eso, de Abascal no me merece la pena escribir (la gente lo ve venir), pero a Pablo Iglesias todavía hay quien no lo ve.
    4º En Política no todo vale y, lógicamente, siempre hay quien -independientemente de su Ideología- destaca para bien y quien lo hace para mal. Cada ciudadano tiene su Político perfecto y su Demagogo impresentable. Para mí, por ejemplo, el Político más grande que he conocido -por su corazón y por su Verdad- se llamaba Diego de los Santos; y, por el otro lado, no tengo ninguna duda que el líder político más nefasto de nuestra reciente historia -por sus mentiras, por sus chanchullos, por sus manejos, por su incoherencia y por el efecto provocado por todo ello en nuestra Política Nacional- se llama Pablo Iglesias. No se extrañe, pues, que -haciendo uso de mi libertad individual de expresión y de mi derecho inalienable a manifestarla- le dedique mis letras en proporción a mi desencanto.
    Salud, Verdad y Paz.

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