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El balcón del Palacio de Peñaflor de Ecija en la crónica de Antonio Burgos: "Quiero ser balcón de Bilbao".

Foto: Palacio de Peñaflor


IGUAL que el otro día pedí que me borrasen de ciudadano, ante la colectiva Degeneración de la Ciudadanía, hoy solicito oficialmente ser balcón. Pero no un balcón cualquiera. No el larguísimo balcón del Palacio de Peñaflor en Ecija, el que corre por la fachada de frescos de arquitectura fingida, maravilla barroca que se ciñe a la curvatura de la calle. Conocido en Ecija como el Balcón del Coño, pues todo forastero al que se lo enseñan, sorprendido por la valentía arquitectónica de la larga curva, exclama:
-¡Coño, qué balcón!
Yo quisiera ser balcón. Pero no el balcón de Julieta, ni el balcón de Manet, ni el de las majas de Goya, ni el que al Papa de Roma le da el avío de Cátedra de San Pedro en el Vaticano. Yo quisiera ser balcón, pero no de Toledo en la procesión del Corpus, con el habitual devotísimo Pepe Bono en su barandilla, encendiendo como suele una vela al cardenal primado y otra a los curas rojos de Entrevías. Yo quisiera ser balcón, pero no de Nueva Orleáns en Mardi Gras, con el mujerío enseñando pícaramente las domingas. Yo quisiera ser balcón, pero no el que sirve como unidad de medida para los tontos con balcones a la calle. Yo quisiera ser balcón, pero no el del alcalde de Villar del Río en «Bienvenido, Mister Marshall».

Yo quiero ser un balcón de Ayuntamiento en condiciones. Un balcón de Ayuntamiento rentable, útil, cómodo y seguro.

Yo, señores, quiero ser balcón del Ayuntamiento de Bilbao.
Porque ese balcón tiene una extraña extraterritorialidad. No extraterritorialidad en el espacio, como las embajadas del Reino de España que convierten en suelo patrio cualquier accesoria alquilada en los chirlos mirlos. No una extraterritorialidad espacial histórica de señorío nobiliario, de maestrazgo de orden militar, de behetría. La curiosa extraterritorialidad jurisdiccional del balcón del Ayuntamiento de Bilbao merece que sea estudiada, pero muy profundamente, en los próximos congresos de la ciencia jurídica. Porque en ese balcón se acaba de inventar una nueva figura: la extraterritorialidad temporal. En el balcón del Ayuntamiento de Bilbao rigen las leyes del Reino de España y se aplican las sentencias de su Tribunal Supremo pero muy poco, casi nada. Sólo 25 minutos. En materia de la bandera nacional, por ejemplo: se iza la bandera nacional durante 25 minutos, un abrir y cerrar de ojos, menos que tarda en persignarse un cura loco, y, hala, ya está, ya hemos cumplido las leyes, no se vayan a enfadar estos señores etarras.

Y No Passssa Nada. Y no va la Guardia Civil a exigir que sean rendidos a la bandera de España los honores que marcan la Constitución, la cortesía y la decencia. Y al señor que manda que la bandera española ondee sólo un ratito, para cumplir el expediente, para hacer el paripé, pues tampoco le ocurre nada. En cambio, atrévase y no rinda honores a la bandera arco iris en una manifestación del orgullo gay, verá la que le lían. O ponga en cuestión la bandera vascongada, o la catalana de las barras. O la misma bandera verde que te dice en la playa que te puedes bañar.
Por eso yo pido en tiempo y forma ser balcón del Ayuntamiento de Bilbao. Recibir oficialmente del Estado de Derecho tratamiento de balcón del Ayuntamiento de Bilbao. Esto es, pechar con los deberes de ser España sólo durante 25 minutos. O sus partes proporcionales en espacio, en dinero, en responsabilidades. Por ejemplo:

Yo quiero ser balcón del Ayuntamiento de Bilbao a la hora de pagar el impuesto sobre la renta en junio. Pagar sólo la parte proporcional a 25 minutos de IRPF. Y que no me pase nada. Yo quiero ser balcón del Ayuntamiento de Bilbao como conductor. Poder ir a la velocidad que quiera, como quiera, y si me para la Guardia Civil, que me multe sólo el equivalente a 25 minutos de ley, y me quite del carné sólo los puntos correspondientes a 25 minutos de Código de la Circulación. Yo quiero ser balcón del Ayuntamiento de Bilbao para pagar sólo 25 minutos de IBI por mi piso.

Y así sucesivamente. No hay nada como ser vaca en la India o balcón en Bilbao. O ZP de veraneo en Asturias, donde lo de la pazzzzzzz de Ignacio Camacho se le queda en el final: en los zzzzzzzzzz de los ronquidos, que se oyen en Pamplona.

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Antonio Burgos - ABC (26/09/2007)