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Rotundo éxito de la XXVIII Noche Flamenca Ecijana 2004

Foto: Cartel Flamenco

 

La Plaza de Toros se abrió la noche del pasado sábado para acoger la XXVIII Noche Flamenca de Écija, que tras cinco años de paréntesis devolvía a la ciudad la preeminencia de un arte que es esencia de lo andaluz y por ende de los ecijanos. Un festival que se cerró con un gran éxito, tanto por la calidad de los artistas y su generosa entrega como por el buen número de aficionados que respondieron a la cita, en torno a mil trescientas personas.

Un festival conducido por Manolo Curao, de Canal Sur Televisión, que se inició al filo de las diez y media de la noche con las guitarras de Manolo Franco y Salvador Gutiérrez, que hicieron su particular homenaje a Paco de Lucía tras ser distinguido éste con el Premio Asturias. Inmediatamente después, subió al escenario José de la Tomasa, que obtuviera su primer contrato como profesional hace muchos años precisamente en Écija. Acompañado por el toque de Manolo Franco, desplegó con su profunda voz tarantos y cantes de la Alameda, para recalar por alegrías en uno de los momentos más álgidos, rematando su actuación con fandangos.

A continuación llenó el coso de Pinichi la gitana voz de Manuel Moneo. Un cantaor que hizo honor a su estirpe jerezana, brindando soleas, seguirillas, fandangos -muy aplaudidos por el público- y por último bulerías con su inconfundible sabor y duende, poniendo al público en pié. Tras el cantaor jerezano, que estuvo acompañado a la guitarra por su hijo Juan, llegaron los aires de Cádiz de la mano de Calixto Sánchez, que volvió a demostrar por qué es uno de los cantaores con más compás y profundidad, dotado de un gracejo que puso al público hilarante, elevando el tono alegre de la noche. Acompañado por el toque de Salvador Gutiérrez, al cual llevó loco el cantaor, la plaza se llenó de unos primeros sones por tangos, para pasar a las soleas, recalar en las alegrías, prodigarse por tanguillos y poner colofón por bulerías, mostrando un contraste que fue riqueza para quienes tuvieron la suerte de darse cita esa noche en el coso de Pinichi.

Con el público puesto en pie despidiendo a Chano Lobato, llegó el momento del homenaje. En concreto a dos de los fundadores y promotores de esta Noche Flamenca de Écija, Francisco Torres de los Reyes y Anselmo Cruz Serrano, y al alcalde que la puso en marcha, Joaquín de Soto Ceballo. Acto que inició el presentador de la velada, señalando que “es de bien nacidos ser agradecidos”, añadiendo que el flamenco es la manera más genuina de representar a los andaluces, de ahí que fueran merecedores los fundadores de este festival de recibir el reconocimiento de todos. Inmediatamente después, ocupó el estrado del escenario Paco Rodríguez, coordinador del Consejo Asesor del Flamenco y por ende de este festival, que glosó las personalidades de los homenajeados, dos de ellos a título póstumo.

A continuación subió al escenario el hijo de Joaquín de Soto Ceballos, que recordó que su padre promovió desde la alcaldía el festival en el año 1962; para proseguir con la presencia de Anselmo Cruz, écijano de pro aunque nacido en Mairena del Alcor, que vertió a través de una poesía sus sentimientos. Por último, ocupó el escenario una de las hijas del malogrado Francisco Torres de los Reyes, que acompañada por uno de sus nietos a la guitarra tuvo palabras y poemas para glosar la figura del homenajeado, todo ello en un acto muy emotivo y en el que el alcalde hizo entrega de las insignias de la ciudad y de una estatuilla de la Torre de Santa María a cada uno de los representantes y homenajeados, destacando en su parlamento la importancia de esta noche en la que se recuperaba el festival tras años de parón, añadiendo que no era sino un nuevo inicio para conseguir metas aún más importantes para promocionar el flamenco.

Tras un descanso para retocar el escenario y facilitar el asueto del numeroso público, se retomó el festival con la presencia en las tablas del bailaor Antonio El Pipa y su cuadro flamenco, en el que destacó la figura de su tía Juana. Unos artistas jerezanos que elevaron la temperatura en el coso, generosos en el esfuerzo y demostrando el por qué de la fama que tiene este joven bailaor llamado a muchas satisfacciones, que limpió de polvo el escenario.

A continuación fue el turno de Calixto Sánchez, que llevó al silencio de toda la plaza al arrancar su actuación sin el acompañamiento de la guitarra de Manolo Franco al interpretar una profunda saeta. Luego alegrías, seguirillas y fandangos, siempre con entrega y esa capacidad de interpretar el quejío flamenco de esta maestro por partida doble, por su profesión y por su oficio. Por último la noche se vistió de gala de la mano de Carmen Linares. La jienense, auténtica primera dama del flamenco actual, arrancó con una delicioso cante por cantiñas, para tomar rumbo con un tema entremezclado de malagueñas, fandango y rondeñas, tomando aire para brindar unas magníficas soleas y rematar con unas bulerías sin pega. Y por si fuera poco, a continuación todos los artistas subieron al escenario para el fin de fiesta, poniendose colofón a la noche a las cuatro menos cuarto de la noche, con la satisfacción general de todos los presentes. Puerta grande para el festival.


Festival de altura para una afición que pide más
La recuperación de la Noche Flamenca de Écija, tras varios años sin celebrarse, es un buen síntoma de que el flamenco, aunque tocado en su línea de flotación, todavía tiene futuro en la ciudad y sin caer en los modernismos que están degenerando este arte tan propio del pueblo andaluz.

Écija cuenta con una muy amplia base social que reclama este tipo de espectáculos de calidad, con artistas puristas. Mientras televisiones, radios y prensa se vuelcan con la nueva ola de flamenquitos, se necesita desde las instituciones que se apoye al auténtico cante jondo. En este caso, ha sido el Ayuntamiento, con una importante subvención de la Diputación Provincial de Sevilla, la que ha posibilitado este evento, que si bien lo más seguro es que no haya generado beneficio económico alguno, si ha demostrado que el dinero de todos debe ser para favorecer lo que son demandas populares y raíces culturales que no deben extinguirse. Es más, sin duda se corto que la ciudad sólo pueda disfrutar de este tipo de espectáculos una vez al año, por lo que se debería primar la línea de colaboración con las peñas, auténticos garantes hoy en día de la pureza del flamenco.

 

Información: J.L. - El Periódico de Écija(17/09/2004 )