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Un hecho insólito sucedió en la plaza de toros de Écija, en la corrida de la Feria de Septiembre 2003.

Dibujo picador y toro


Ganadería. Corrida de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentada, muy noble y flojísima, con la excepción del manso sexto.

Toreros:

JOSÉ MIGUEL ARROYO 'JOSELITO', de azul marino y oro. Estocada caída (oreja). En el cuarto, estocada (dos orejas).

JESÚS JANEIRO 'JESULÍN DE UBRIQUE', de blanco y plata. Pinchazo hondo y descabello (dos orejas). En el quinto, estocada (dos orejas y rabo).

RIVERA ORDÓÑEZ, dos pinchazos y un descabello (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (oreja).

Incidencias. Plaza de toros de Écija. Sábado 13 de septiembre de 2003. Lleno. La corrida comenzó con media hora de retraso por mala organización. El festejo duró dos horas y media. A partir del quinto toro se lidió con una luz artificial deficitaria. La terna y el mayoral salieron a hombros.


Un hecho insólito y casi surrealista sucedió ayer en la plaza de toros de Écija. Cuando llegó la hora del comienzo del festejo, seis y media de la tarde, un nutrido grupo del público se echó al ruedo. Y mostrando sus entradas recibió la primera ovación de la tarde. Protestaban porque habían pagado entradas de tendido de sombra, a 35 euros, y no podían sentarse porque se habían vendido sin numerar y los tendidos estaban ocupados. Los espectadores, en su protesta, no abandonaron el ruedo hasta media hora más tarde. Durante ese periodo se escucharon frases por los altavoces como: "Se ha desbordado y la gente se ha pasado al tendido bajo"; "A las personas que quieran se les devolverá el dinero"; y, como última oferta la empresa Taurotoro comunicó: "A las personas de pie se les devolverá el dinero y podrán pasar gratis al sol" porque "esto se ha descontrolado porque se han sentado personas en el sitio donde no les correspondía". Aquí la bronca fue de órdago. Por fin, tras media hora de negociaciones, el personal desapareció del ruedo.

¿Para qué se crearon las filas numeradas en los espectáculos públicos y, en concreto, en las plazas de toros? ¿O es que la de Écija es una portátil? ¿Para qué se creó el puesto de acomodador? Lamentable. Cuando el resto de espectáculos se pone al día para conseguir captar al cliente, aquí vamos como los cangrejos, hacia atrás, en una organización que en el tercer milenio tiene visos del Paleolítico.

La corrida de Núñez del Cuvillo, a modo en presentación y de desiguales hechuras, tan floja como noble, únicamente tuvo como garbanzo negro la mansedumbre del sexto. Un encierro que propició el éxito de la terna, con un público que aplaudió todo a rabiar y solicitó trofeos a raudales. De hecho, se cortaron hasta nueve orejas y un rabo. Que nadie piense en exquisiteces ni en un rigor elevado. Todo transcurrió en consonancia con el nivel de una plaza de tercera.

Joselito dejó una impresión sin huella con un lote dulce y sin poder alguno. Ante el que abrió plaza se extendió en una labor porfiona, sin oponente, que remató de estocada caída para abrir la espita generosa de los premios. Ante el también noble y flojísimo cuarto realizó un trasteo al que le faltó limpieza. Mató de estocada y... dos trofeos.

A Jesulín el público lo trató como a un ídolo. Y respondió como tal. El de Ubrique se entregó como un novillero con rabia y en el conjunto del festejo fue quien más brilló. Con el noble y flojo segundo se mostró bullidor con el capote. En la faena, que inició de rodillas, destacó una tanda templada por cada pitón. Tras un pinchazo hondo y un descabello llegó el delirio y le concedieron dos orejas.

Al quinto, un bombón, al que se le premió con la vuelta al ruedo, Jesulín lo recibió con acompasadas verónicas. En la faena, muy larga por ambos pitones, afloraron pases de mucha calidad fundamentalmente con la diestra. Vendió muy bien la mercancía a la galería y hubo desplantes, como uno de rodillas, de espaldas al toro, que enardecieron al público. Mató con seguridad y se desató la locura hasta que el presidente concedió los máximos trofeos.

Por su parte, Rivera Ordóñez cumplió. Se las vio en primer lugar con otro toro boyante que perdió las manos. La faena tuvo como principal virtud la quietud. Una tanda postrera, en una loseta, fue de lo más meritorio. Cobró una oreja como premio.

El sexto, un precioso ensabanado, botinero y bocinegro, fue la excepción a la regla en cuanto a bondad. El animal se refugió en tablas y Rivera cumplió en un trasteo por el que le concedieron un trofeo tras pinchazo y estocada.

Al final todos felices, en un festejo amable, más bien almibarado en lo artístico, y marcado por el caos en la organización.

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Información:Luis Nieto- El diario de Sevilla (14/9/03)