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Museo cerrado por ruinas.

Por Manuel Martín Martín

 

Foto: Arco Mudéjar de la Parroquia de Santa Cruz de Écija

Mientras la caída de La Mica daba la campanada sin que, por fortuna, tuviéramos que lamentar daño humano, el resto de sus homónimas han tocado a rebato con el badajo de la nueva directiva de la Asociación Amigos de Écija, que de nuevo se pone las pilas para retomar un problema endémico -lo denunció en su día Francisco Fernández-Pro-, que urge soluciones inmediatas. Fernando Del Pino, su presidente, ha dado la voz de alarma. La Junta de Andalucía y el Arzobispado renuncian a sus deberes al dejar el usufructo histórico de Écija en manos del abandono, lo que significa que ahora, más que nunca, todos tenemos que ser Amigos de Écija, pero eso sí, amigos, que bastante, aunque con gusto, se ha hecho el primo con El Carmen, San Gil, Los Descalzos, la capilla de Belén o los tejados de San Francisco.

La situación, a fin de fijar la renuncia de funciones que delatamos, arranca en octubre de 1990, en que Juan Manuel Suárez Japón, ex consejero de Cultura en el Gobierno andaluz, suscribió un protocolo -mera declaración de intenciones, para entendernos-, con el Ayuntamiento, a la sazón presidido por el bueno de Fernando Martínez Ramos, por el que se iban a restaurar el conjunto de torres y espadañas de la ciudad. Lamentablemente, sólo se ha actuado sobre 6 de las 31 edificaciones contempladas, tanto porque el compromiso de proteger, conservar y revalorizar no se consignó en los presupuestos, cuanto porque con la iglesia hemos topado, querida Écija. Resulta que la comisión mixta creada al efecto, es la que establece las prioridades a través de los BIC, que no es una marca de bolígrafos, sino que atiende al patrimonio que se considera Bien de Interés Cultural, con lo que a las torres y espadañas que les vayan dando, porque en el catálogo de BIC ecijanos sólo figuran los Palacios de Benamejí y Peñaflor, el convento de Las Teresas, el Hospitalito, las murallas y la iglesia de Santiago, que por cierto aún aguarda a que le restauren el retablo. ¿Dónde está el truco?. Pues en la habilidad que tiene el Arzobispado para declinar los arreglos de sus monumentos, que se los pasa con el mayor arte del mundo a la ciudadanía, ora a través de la feligresía, ora a través de las hermandades, tal que San Juan, con lo que, al final, siempre paga el mismo primo: el pueblo de Écija. ¡Basta ya de tanto callar!. ¡Que hable el Fondo del Patrimonio Mundial de la ONU!. Nuestras torres, espadañas, iglesias y conventos, han de ser declarados con urgencia monumentos BIC, porque mientras en Sevilla están extasiados contemplando el retablo del convento de Las Florentinas, que ha quedado de dulce en la Hermandad de Los Gitanos, aquí vemos cómo el patrimonio se arrodilla y empobrece ante la indiferencia del Arzobispado.

Demos gracias a Dios por los bienes concedidos -aunque para la Junta no sean de interés cultural-, y pidámosle a los ministros de la iglesia impidan se coloque en la A-92 el cartel de "Écija, ciudad monumental: cerrada por ruinas".

Información: El Periódico de Écija