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EN LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA, EL ECIJANO BENITO MAS Y PRAT, BAJO EL TITULO DE TRES CUADROS NATURALISTAS, EN DOS PARTES, LOS PUBLICÓ CON FECHA 30 DE AGOSTO Y 8 SEPTIEMBRE 1885 por Ramón Freire

EN LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA, EL ECIJANO BENITO MAS Y PRAT, BAJO EL TITULO DE TRES CUADROS NATURALISTAS, EN DOS PARTES, LOS PUBLICÓ CON FECHA 30 DE AGOSTO Y 8 SEPTIEMBRE 1885 por Ramón Freire
agosto 08
10:18 2019

Agosto 2019
Ramón Freire Gálvez.

Ramón Freire

Ramón Freire

Ya hemos dicho en más de una ocasión, que este ilustre ecijano escribió sobre diversos temas. Costumbrista al máximo, fueron muchos sus artículos que se publicaron en el siglo XIX, sobre todo en La Ilustración Española y Americana, que yo he me propuesto rescatar. En esta ocasión, en dos partes, escribe sobre el naturalismo, razonando sus teorías y con la calidad a que nos tiene acostumbrados y que decía así:

TRES CUADROS NATURALISTAS. I.

El deseo de erigirse en pontífices de escuelas literarias, de elevarse sobre los demás, de dictar leyes y de imponer guetos, ha llevado a muchas eminencias a tan enrarecidas atmósferas, que ellos han respirado con dificultad, y sus seguidores se han asfixiado, sin ganar el difícil Tabor de sus maestros.

Racine y sus discípulos fatigaron al cabo a los espectadores, extremando los moldes clásicos; Góngora y los suyos involucraron la rica habla castellana, hasta el punto de hacer nacer la cultalatiniparla, y Goethe y Byron hicieron una colonia de plañideras desesperadas de los poetas y noveladores de su tiempo.

Algo semejante acontece hoy en lo que a la literatura naturalista se refiere, y es preciso no entregarse a lamentables entremos. La tendencia naturalista, como la clásica y la romántica, puede traer, erigida en intransigente sistema, una decadencia tanto más sensible cuanto que habrá de estar en razón directa de los fines fatalistas y sensuales que forman su carácter distintivo en la actual etapa, notándose ya su huella, grafica, sí, pero dura y grosera a la vez, hasta en los dominios de las musas.

Y no es éste, por cierto, temeroso augurio de almanaque romántico. El que estas líneas escribe tiene el convencimiento de que el naturalismo, como realidad, no está reñido con la estética sana y aprovechable; sabe que puede llegar a ser su medio auxiliar más seguro; cree, en fin, que, aplicado sin el  exclusivismo de escuela, dará sazonados frutos y servirá de compas y ménsula a nuestros artistas y escritores.

Mas no por esto he de creer, con los discípulos de Zola, que toda la realidad está en la bestia humana, en el medio, en el hecho, en lo que se pudre o palpita. Otras realidades hay que no pueden negarse fácilmente; por ejemplo, el receptor de esas mismas realidades, la maquina pensante, que las devuelve tal cual las vio; la personalidad del artista, que siempre pone algo de sí y que hace que las obras de arte se distingan unas de otras, tomen el sello de fábrica, si se me permite la frase.

Y esto no puede negarse buscando argucias. Si bastaran para reproducir la realidad con el cincel, con la paleta o con la pluma los esfuerzos de la voluntad y los medios mecánicos, todos podrían ser Fidias y Apeles. Pero aún hay más; los estilos y las maneras se confundirían de tal modo, que no podríamos distinguir un Murillo de un Tiziano, ni un Quevedo de un Cervantes. Canova y Vinci serian hermanos gemelos, y con un escultor, un pintor, un músico y un poeta podríamos pasar holgadamente cada siglo. No habrá quien me niegue que, habiendo un fotógrafo, y cristales y días de trabajo, sobran todos los demás artistas que nos dan la realidad en planchas sobre la superficie de la tierra. Haría, pues, Zola gran favor a las letras sí lograra con sus siete volúmenes de preceptiva naturalista fabricar cámaras oscuras cerebrales para novelar fotográficamente, vendiendo las copias a peseta.

Por el contrario, si convenimos en que la  realidad, pasando a través de la personalidad y  exteriorizándose de nuevo, nos trae siempre algo del  observador, comprenderemos sin esfuerzo por qué  una madonna de Rafael no se parece a una  Concepción de Murillo, qué razón hay para que Byron  y Heine, poetas escépticos, canten de modo tan diferente, y en qué consiste el que Zola y Dickens no se confundan jamás, a pesar de sus patentes afinidades. Hacen notar algunos críticos que Zola dicta preceptos y los olvida
fácilmente. Yo no trataré de poner de relieve estas circunstancias del autor de Nana; pero si afirmaré que, cuando lo hace, es porque considera indispensable el pecado. En tales casos Zola se impone a Zola, o lo que es lo mismo, el intérprete de la realidad incuba sus ideas propias é idealiza sus propias visiones.

Justamente por los novillos y escapatorias que suele hacer de su propia escuela desespera a sus imitadores. Sin lo que hay de Zola en sus obras, que es su poderosa personalidad y su manera de ver genial e intensa, éstas pasarían inadvertidas, porque más de una vez hemos visto copiada la realidad con frase grosera y fidelidad fotográfica, y nos hemos quedado tan frescos.

ARTÍCULO COMPLETO EN FORMATO PDF:

TRES CUADROS NATURALISTAS DE BENITO MAS Y PRAT por Ramón Freire

 

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