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BIENVENIDA A LOS DEL OLIVO por Francisco J. Fernández-Pro

BIENVENIDA A LOS DEL OLIVO por Francisco J. Fernández-Pro
febrero 21
09:03 2017

¡Por fin! Han sido años de mucho esfuerzo y de mucha gente (quizá, menos de las que deberían haber sido), pero -¡por fin!- se ha conseguido: desde hoy, lunes 20 de febrero, la Hermandad Sacramental del Glorioso Patriarca San José y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Amor en su Prendimiento y María Santísima de la Concepción, ya es una realidad. La Hermandad del Olivo.

Creo que en la Pasión de Cristo hubo dos momentos fundamentales que –no entiendo por qué razón- casi siempre son las menos reseñadas en nuestra Semana Santa. Por un lado, la Resurrección (inexplicablemente ausente, como cofradía en muchísimos pueblos y muy poco relevante, en los que existe, empezando por Sevilla) y, por otro, la Aceptación de esa muerte de Cruz.

La realidad en Écija no es distinta: aquí, la Hermandad del Resucitado se mantiene a duras penas y la que representa la escena de esa aceptación -durante la oración en el Huerto de los Olivos-, hasta hoy ni siquiera había sido reconocida oficialmente… ¡Ya era hora!

Cuando hace tres años, a requerimiento del padre Ángel Fernando del Marco y de mi buen amigo Pablo Herrera Martín (por entonces, presidente y vicepresidente, respectivamente, de la joven Agrupación Parroquial), exalté el magnífico cartel fotográfico realizado por Nío Gómez, expresé esta certeza con un texto, que hoy me permito recordar y trasladar a este blog de Ciberécija, administrado por mi hermano Juan Palomo, que tanto y tan bien, sabe de esta realidad y de esta lucha de la que hablo. Sirva como homenaje personal a todos los que lo han hecho posible y como bienvenida a esta nueva Hermandad.

“…en Écija –donde resulta tan espléndido el Barroco, donde hemos sabido elevar las oraciones desde la mágica verticalidad de las torres y las espadañas-, siempre nos habían faltado los olivos que son tan nuestros. Nos faltaban los olivos que fueron tan de Jesús (….)

Dicen que esta imagen nuestra de Jesús del Amor, tallada por Miñarro, es la más fidedigna que existe del hombre que fue envuelto en la Sábana Santa(……). No es la imagen del Cristo crucificado, sino la del Jesús que anduvo por los Caminos enseñando su Palabra.

Existe un tránsito en Cristo. La Pasión y la Muerte que sufrió para redimirnos, marca su propio mensaje. La Resurrección diviniza a Jesucristo. Sin embargo, el Jesús Hombre entre los hombres, el de las bienaventuranzas, el peregrino de los caminos, el amigo de los tullidos, el que amaba a los niños, el que perdonaba a los pecadores, el que partía el pan y daba de comer al hambriento,… marca un mensaje en sí mismo, que sirve de guía, que conduce al Hombre por el Camino que ha de seguir para hallarse –definitivamente- con esa Naturaleza Divina de Jesús, que es Dios, porque es el Amor más exacto.

El Jesús de la Cruz, nos salva; el Jesús del Olivo, nos enseña.

El de la Cruz, nos rescata; el del Olivo, nos encamina.

La Cruz, nos señala un camino de dolor hacia nuestra Resurrección; El Olivo, uno de Amor y misericordia hacia los demás hombres.

El Cristo de la Cruz, nos invita al Perdón; el del Olivo, con su aceptación, nos enseña –además- cómo debemos actuar para llevar el Buen Amor a todos los hombres que nos rodean.

La Cruz desemboca en nuestra Resurrección tras la Muerte que nos espera. El Olivo, en el tránsito de la Vida que nos aguarda, para llevar la Resurrección del Amor a las pasiones repetidas de tantos cristos que son y de los que todos somos responsables.

La Cruz, es la madera perforada por los clavos del tormento. El Olivo, el árbol anclado en la tierra que alienta la Vida.

La Cruz sólo tiene el latido que Cristo le regala. El Olivo, contiene la vida radical de toda la creación y, con ella, el compromiso de Amor que nosotros debemos de aceptar.

La Cruz, se alza como una bandera. El Olivo, se planta como la semilla.

Cristo, en su Cruz, nos enseña cómo afrontar nuestros propios dolores y nuestra propia muerte. Este, del Olivo, nos contempla con infinita ternura y comprensión, invitándonos a ser como el árbol: a radicalizar nuestra vida y a dar frutos; a entregarnos a los demás por nada.

La Cruz de Cristo nos encuentra. El Olivo de Jesús, nos proyecta.

Este Jesús del Olivo nos enseña a ser el contrapunto de la piedra, la antítesis de lo estático y de lo inerte, de la pétrea solemnidad de los templos. Este Jesús nos pide seguir, con humildad, su mensaje de Amor; pero no de un amor cualquiera, sino el del Buen Amor, el del Amor que se vive y se camina por el Mundo (…..)

Jesús del Amor procesionará antes de su Pasión anunciada. A fin de cuentas, antes del tránsito al Cristo que muere en la Cruz para divinizarse y resucitar de entre los muertos, Jesús de Nazaret se mostró entre los hombres como un hombre más, enmarcado e impregnado de la propia naturaleza de las cosas terrenales: igual que un olivo, radicalmente barro y vida fértil (tronco, ramas, hojas, savia,…); sujeto –como cualquier hombre- a la temporalidad de las horas, a las necesidades de lo perenne, a la comprensión de lo finito y, si acaso -como los olivos- a la caricia de la lluvia sobre la piel de la tierra.

Es cierto que, por Él, construimos nuestras torres más altas, nuestras más coquetas espadañas, nuestras majestuosas iglesias, nuestro Barroco de filigrana,… pero Él fue antes que todo esto: Él era, justo en el tiempo de solamente los olivos… y, quizá, necesitábamos de este contraste, para hallarlo tal cual es. (……….)

Porque no soy piedra y porque vivo,

porque en Cristo vivo y Él me vive

(pues sé, por su Amor, que así me existe

y me existe, así, porque le existo)…

he venido aquí para decirle

lo que vi –cuando lo vi- en los olivos.

Enhorabuena a Don Ángel del Marco, a mi Amigo Pablo, a los hermanos del Olivo que son y que fueron, pero que tanto –y tan bien- han trabajado para conseguirlo… y también a todo el Pueblo de Écija –creyentes o no creyentes- porque estoy seguro de que, directa o indirectamente (se percaten o no de ello), este logro repercutirá positivamente en todos nosotros.

 

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