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El valle del río Genil en el que se encuentra ubicada la campiña ecijana, fue considerado durante el primer milenio antes de Cristo centro de la Cultura Tartésica.
Foto: Mapa de la zona tartésica

Los lugares de la memoria constituyen el espíritu genial de la historia que prevalece sobre nuestra geografía. En esencia, según la terminología de Walter Benjamín, se trata de aquellos peculiares "lugares de ensoñación".

El valle del río Genil en el que se encuentra ubicada la campiña ecijana fue considerado durante el primer milenio antes de Cristo centro de la Cultura Tartésica.

Roma derrota a Cartago en la II Guerra Púnica unificándose el Mediterráneo y apoderándose del territorio que se denominará Bética. Entonces, el núcleo original de la ciudad prerromana, 'Astigi Vetus', ocuparía el pequeño cerro elevado sobre el Genil, como lugar de defensa. Astigi fue una de las Colonias romanas más importantes, convirtiéndose en la capital de una comarca especializada en la producción de aceite para exportación a gran escala. Además de su ubicación sobre el Genil, se beneficiaba de estar sobre la Vía Augusta (Cádiz-Tarragona).

A partir del 711 se produce la ruptura con la tradición romana con la llegada de poblaciones bereberes y árabes de religión musulmana. Conquistada la ciudad, el califa ordenó el derribo de las antiguas murallas romanas, reservando sólo el alcázar para las tropas del gobernador; así pues las murallas y torres albarranas que hoy se observan datan del período almohade a final del siglo XII, cuando la presencia cristiana se hace amenazadora. Entre 1240 y 1492 la ciudad experimenta variaciones: las Mezquitas se convierten en Iglesias, se construye el barrio extramueros Puerta Cerrada. Los mudéjares (descendientes de musulmanes sometidos) se confinan al barrio de la Morería, conviviendo también un gran número de judíos, hasta las matanzas sobre el grupo en 1390.

Durante la Edad Media, el crecimiento intramuros había originado una edificación apiñada, por lo que a finales del siglo XV se derribaron manzanas enteras para crear un vacío, La Plaza Mayor, hoy 'El Salón', con el fin de celebrar mercados y eventos religiosos y civiles.

Hacia 1750 Écija superaba los 30.000 habitantes (Catastro de Ensenada), de los que gran parte vivían en cortijos y haciendas de olivar.

A partir de la época desarrollista del Siglo XX y con anterioridad a la Comisión Local del Patrimonio Histórico, se ejecutan ciertas actuaciones en las que la operación sustitutoria ocasiona la pérdida de valiosas piezas de arquitectura, aunque no en número desorbitado, manteniendo el Casco Histórico su fisonomía global.

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Por Mercedes Villar

Información: El Periódico de Écija